miércoles, 9 de diciembre de 2015

Las interrupciones

Con una lagrimilla asomando por el rabillo del ojo recuerdo como, algunas noches, hace unos años, después de cenar, lavarme los dientes y ponerme el pijama, me echaba en el sofá con la tele bajita. Me daba la vuelta, poniendo la cara contra el respaldo, y me quedaba frita, con el único propósito de despertarme al cabo de un ratito y meterme en la cama, que entonces se me antojaba blandita y cómoda. Ya me despertaría cuando me viniera en gana.

Por supuesto, esos placeres, así como todos los derivados del doce far niente, se acabaron en mayo de 2012. Y no tiene pinta de que vaya a retomarlos a medio plazo.

Este puente me acordaba, con nostalgia, de aquellos fines de semana en los que una podía trasnochar porque no tenía que levantarse al día siguiente. A día de hoy no sólo trasnocho forzadamente, sino que la hora de levantarse la dictan mis hijos con mano de hierro. Uno puede pedir el desayuno a gritos a partir de las siete de la mañana, aunque luego se ponga a jugar y se le pase el hambre feroz que nos ha hecho a todos (cuando digo todos me refiero a todo el bloque) saltar de la cama al borde del infarto. Y el otro puede decidir a las seis menos cuarto que lo que le apetece es juerga flamenca hasta las siete y media, hora en la que se duerme como un bendito para dar relevo a su hermano. Así es, corazones.

Todas las noches me levanto y/o despierto una media de tres veces. Quizás cuatro. Hay rachas mejores, pero entre uno que quiere teta y otro que pide agua, pis o sueña a voces, me doy bastantes paseos pasillo arriba y pasillo abajo. A partir del tercer levantamiento o de las cinco de la mañana, el Peque se viene a mi cama y al menos me evito saltar descalza de la cama.

A todo se acostumbra el ser humano, más las madres, así que por las mañanas me doy por descansada si consigo hilar seis horas de sueño en tres turnos. He oído que eso de interrumpir el sueño es una tortua habitual. No voy a entrar en consideraciones.

Espero que entre este período y el de la adolescencia, cuando me levante varias veces a ver si los mochuelos han vuelto al nido, me den un lustro (al menos) de tregua. Lo digo para coger fuerzas y hacer cura de sueño. La voy necesitando....

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