domingo, 20 de diciembre de 2015

El golpe

El jueves, mientras los niños cenaban, Peque se dio un golpe. Estaba sentado en el suelo y debió echarse hacia atrás, como hace muchas veces. Le oí llorar y lo vi tirado boca arriba en el suelo. Lloró un poco más de lo normal cuando se da un golpe, pero al minuto ya estaba jugando como si nada. Eso sí, le noté un chichón importante en la coronilla. Creo que se dio con el revistero de la mesita del salón.

Les acosté pronto, la semana ya va pesando, y me metí en la cama. Al rato el pequeñín se despertó, como muchas noches, y, al sacarlo de la cuna, vomitó. Me asusté, llamé al Padre de las Criaturas, que estaba en el baloncesto, y observé al niño. Estaba bien, fijaba la mirada, cogía cosas, jugaba y estaba contento. Pero vomitó otro poco. Mi madre se quedó con Chicote y, cuando llegó El Padre nos fuimos a urgencias.

Le hicieron una radiografía a mi bebé, estaba bien pero seguía vomitando, así que nos dejaron en observación. Paradojas de la vida, en las cinco horas que estuvimos allí nadie vino a observarnos.

Peque vomitó varias veces, y a las cinco nos dijeron que le iban a poner una vía y, si seguía vomitando, a hacerle un escáner. ¿Qué? Para eso hay que sedarlo. Yo empecé a ponerme muy nerviosa. Mi niño de un añito, ¿sedado? Yo le había obsevado tras darse el golpe, y me pareció que estaba bien. O eso creía, porque cada vez entendía menos y me preocupaba más.


Ponerle la vía fue una tortura, no paraba de llorar y a mí se me hizo eterno el ratito que le estuvieron pinchando y colocando el tubito. Mi niño, tan pequeño, con esa tablilla en el bracito que se intentaba arrancar. Vomitó otro poco después de tanto llanto, y, con el suero ya puesto, se quedó dormidito.

Al rato entró la pediatra del siguiente turno para decirnos que le iban a hacer el escáner. Tuvo poco tacto, porque aseguró que los golpes en la región occipital son delicados, que seguramente era una conmoción y que, aunque el escáner estuviera bien, se tendría que quedar ingresado porque seguía vomitando. Yo me vine abajo, ¿un escáner cerebral a un niño tan pequeño ? Algo tenía que ir mal...

Me quedé fuera y El Padre de las Criaturas le acompañó. Quince minutos más tarde volvían. Todo había ido bien y mi chiquitín estaba despierto, como borrachito y muy animado. La pediatra, mucho más amable ahora, me explicó que no había nada malo en su cabecita y que en un rato le pondrían medicación contra los vómitos y le darían suero vía oral. Tras diez horas allí, esas eran las mejores noticias.

Pasamos las horas siguientes dándole el suero con una jeringuilla, que no sólo toleraba, sino que devoraba. Debía estar seco.... A mediodía nos mandaron para casa sin tener muy claro por qué había vomitado tanto.

Unas horas después lo descubrimos solitos. Gastroenteritis. Algún vómito más, diarrea y unas décimas de fiebre. La semana de adaptación en la guarde ha pasado factura. Con la mala suerte de que el primer vómito coincidió con el dichoso golpe en la cabeza.

Es tan duro, tan duro de verdad, ver a tu hijo malito, no poder explicarle qué le pasa, ni ayudarle a sentirse mejor. Sólo queda abrazarlo fuerte y desear que se ponga bien. Y tuve suerte, a mi niño no le ha pasado nada (nada que no se vaya a curar en un par de días con algo de suero y muchos mimos) pero, ¿cómo lo pasarán las madres cuyos niños sí estén enfermos? No sabremos si fuimos afortunados al contar con una pediatra tan metódica que decidió hacerle un escáner para tranquilizarnos o si tuvimos la mala suerte de que radiaron a nuestro niño para nada. Ahora no importa. Mi Peque duerme en la cunita que ayer metimos otra vez en nuestro cuarto. Su hermano está en casa de la abuela. Y a mí no me importan las noches sin dormir mientras los dos estén bien.

Qué susto.

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