viernes, 31 de julio de 2015

Los amiguitos

No tenía yo muy claro cuándo empezaban los niños a tener amiguitos, pandilla y vida social. Pero he descubierto que muy pronto, porque mi hijo mayor tiene grupo de amigos del barrio y grupo de amigos de la guarde. Y acaba de cumplir tres años!!

Este mes, que estamos ya de vacaciones, se asoma a la ventana cuando se despierta y, mirando el parque desierto, pregunta: ¿no hay amiguitos? O, antes de bajar a la piscina, se sube al sofá, se asoma a la ventana (que es oscilobatiente, nadie vaya a llamar a servicios sociales pensando que tengo a mi primogénito asomándose desde un quinto piso todo el día tan alegremente) y decide si le apetece un bañito o no en función de qué amiguitos haya. 

Durante el curso muchos días sólo se animaba a ir a la guarde cuando le recordaba que allí estaban sus amiguitos esperándole. Y en Semana Santa, muy serio, nos dijo que estaba ya harto de las vacaciones y que quería irse con sus amiguitos. Miedo me da su adolescencia....

El Padre de las Criaturas y yo hablamos muchas veces de la suerte que hemos tenido. Tenemos vecinos con niños pequeños con los que coincidimos en verano en la piscina y en invierno en el parque. Los niños juegan juntos y los padres charlamos. Algunos de esos padres son ahora nuestros amigos. 

En la guarde ha tenido unos compañeros estupendos. Jamás ha venido con un mordisco o quejándose de que alguien le había pegado, igual que él no ha pegado ni mordido a ningún niño. Que creo que es una costumbre bastante extendida en las guarderías, por muy salvaje que suene. Y en algún instituto, se lo digo yo.... 

Acostumbro a tratar con chavales un poquito mayores que mis hijos, pero, cuando conozco a los padres en alguna reunión o tutoría, normalmente entiendo mucho mejor a los niños. O, al menos, su comportamiento. Y eso es lo que me ha pasado con los compañeros (ya ex compañeros) de guarde de Chicote. Son niños agradables, juguetones, listos, charlatanes, cariñosos y divertidos. No se pegan, aunque a veces se enfaden, y se quieren todos mucho. Y eso viene de casa, por mucha guarde a la que les llevemos.

En menos de mes y medio empieza el cole. No va a coincidir con muchos de sus amiguitos, pero esperamos seguir viéndolos en el parque. Y voy haciendo hueco en el whatsapp para el grupo de amiguitos nuevo....

miércoles, 29 de julio de 2015

Las gracias

1. Esta mañana he ido a echar gasolina. Odio echar gasolina, y con dos niños pequeños no se acerca, ni de lejos, a un plan apetecible. La gasolinera más cercana a nuestro hogar es cara, prepago y siempre hay cola. Todo son ventajas.

He sacado a los churumbeles del coche y me he dirigido a la caja con un billete de cincuenta. El hombre que me ha atendido me ha preguntado si necesitaba ayuda. -No te preocupes, gracias, me apaño.- Pero él ha salido de la caja, me ha acompañado y me ha llenado el depósito mientras bromeaba con Chicote y me contaba que tiene un bebé de cinco meses y las ocho horas de trabajo se le hacen eternas pensando que su niño está esperándole en casa.

2. Hace unos meses estaba vaciando mi carrito en la caja del súpermercado con Peque metido en su mochilita portabebés. De pronto, una mano mucho más rápida que la mía empieza a sacarme los artículos y ponerlos sobre la cinta. La miro sin saber si se ha equivocado o se ha vuelto loca.- Perdona, te he visto y he venido corriendo a ayudarte pero ya has sacado sola un montón de cosas.

Era una mujer de mediana edad que, al verme con  el bebé a cuestas se recorrió medio Mercadona para echarme una mano.

3. En el último mes de mi primer embarazo quedé para comer con mis amigas. Me llevó el casi Padre de las Criaturas pero a medio camino tuve que bajarme del coche y coger el metro porque una manifestación nos cortaba el trayecto. Cuando llegó el vagón, antes de que se abriera la puerta, una mujer ya se había levantado y prácticamente me llevó en volandas a su asiento.

4. Una vecina (y amiga) con dos niños de dos y cuatro años baja todas las mañanas a la piscina y se lleva a sus dos hijos y a Chicote a la piscina grande mientras me quedo con Peque en la pequeña.

Gracias.

sábado, 25 de julio de 2015

La alimentación

Hace un lustro yo desconocía lo que significaba AC o LM. Ahora estas siglas me acompañan y, a veces, incluso, me causan pesadillas....

Mis dos pequeños se han alimentado con lactancia materna (LM) en exclusiva hasta los seis meses. Ha habido ratos duros, sobre todo en el primer caso, pero ha sido una experiencia muy bonita. Chicote mamó hasta los veinticinco meses, cuando me anunció que la teta "estaba mala", coincidiendo con mi cuarto mes de embarazo y el cambio hormonal sobre el que ya había leído y que, al parecer, hace que varíe el sabor de la leche.

Aparte de mi leche (a la que, por cierto, muchos miembros de mi familia se empeñan en calificar de "mala", a juego con el carácter), mi hijo mayor comenzó con AC ( alimentación complementaria) a los seis meses, como un reloj. Cereales mezclados con agüita, puré de verduras y papilla de frutas. Todo con bastante éxito. Siempre ha comido bien y de todo. Con un añito ya cenaba sólidos: tortilla, albóndigas, arroz....

Con Peque empezamos igual. Bueno, casi, que alguna cosa ha cambiado en las instrucciones pediátrica a en estos dos años y medio. Pero con una suerte muy distinta. Peque no come. Nada. Mama como un cochinillo, a demanda, y sigue cogiendo peso, pero, a punto de cumplir ocho meses, no hay manera de que pruebe otra cosa.

Todos los días le doy su puré, del que, con suerte, come tres cucharadas los días buenos. Yo no soy partidaria de forzarle, así que, cuando llevo unos cuantos intentos de que abra la boca, lo dejo para el día siguiente.

Por la tarde, fruta. Y más de lo mismo.

Antes de ayer probé con plátano machacado. Le encantó. Se comió un buen trozo y luego chupó el plátano entero. En total, debió comer el tamaño correspondiente a la uña de un dedo gordo de adulto, pero me pareció un triunfo. Incluso busqué información sobre el baby led weaning. Qué bien, mi bebé desdentado va a empezar con sólidos y se va a saltar las papillas, a pesar de que viviré al borde del infarto pensando en los atragantamientos.

Pero ayer nada. Ni plátano machacado, ni patata cocida ni puré ni leches. Bueno, leches sí. Menos mal.

Así que no sé qué hacer. Seguir con la LM a demanda hasta que entre en la adolescencia, intentar meter cucharadas a traición, ponerle delante un filete a ver si se anima o huir a la hora de comer.

Menos mal que es el segundo. Y una se lo toma de otra manera....

domingo, 19 de julio de 2015

Los años


Los hijos te hacen mayor. No el hecho de tenerlos, no me entiendan mal, (miles de lectores que dejan sus comentarios, añado con ironía) es más bien la edad que nos separa, el pensar en cuántos años tendremos cuando ellos cumplan veinte, o treinta, o los que sean.

Mis padres no me tuvieron demasiado jóvenes, rozaban la treintena, algo normal hoy pero no tanto entonces. Aún así yo no les veía mayores, ni lo parecían. Pero si yo pensaba en su infancia, en cómo eran cuando tenían siete, diez o trece años, la cosa cambiaba. Su infancia era otra Era, un mundo sin tele, sin Barbies ni Chabeles. Sin Nocilla ni dibujos animados.

Me pregunto cómo sentirán mi infancia mis hijos. Estos días que estoy pasando con ellos y sus abuelos en el pueblo hemos sacado un montón de juguetes míos que tengo aquí guardados (en realidad no tantos, mi padre es bastante amante del orden y tiende a tirar con demasiada alegría todo aquellos que le perturba su particular karma)

Hemos jugado con Nenucos, (aunque Chicote reconoció que esos pelos que tenían no le gustaban nada y prefirió guardarlos) hemos lavado peluches, le he cantado la canción de Tristón sólo quiere un amiguito y hemos bañado a unos cuantos Pequeños Ponys. Por cierto, vayas crines se les quedan...


He encontrado muñecos de goma de La Bola de Cristal y de Willy Fog y Chicote ahora sabe cantar esa de Ochenta días son para dar la vuelta al mundo  como Mocedades. Tampoco se le da mal La de No ser ría de la Bruja Avería. 

He tenido que hacer cerca de ochenta veces los Cococrashes (también conocidos como cacahuetes a partir de ahora) porque a Peque le encanta aplastarlos y meterse las piezas en la boca. Y Curro se ha convertido en el muñeco favorito para dormir y/o morder.



Mi cuñado participó de esta pequeña recopilación vintage buscando en YouTube a Michael Jackson bailando Thriller y ahora Chicote es todo un fan del "chico de rojo que pone ojos de gato al final porque ha engañado a la chica". Me he tenido que inventar un cuento basado en el video y mi hijo practica los pasos de baile como si fuera un aspirante de Fama.

Los Ochenta han vuelto a mi vida estas semanas de verano. Espero que dentro de una década, cuando la adolescencia esté a punto de entrar en la vida de mis hijos (horror) no les dé por llamarme Joven Carroza. Mmmm, quizá estar tarde saque el Trivial....

sábado, 18 de julio de 2015

Los escrúpulos

He de confesarlo. Soy una guarra. No sé si lo he sido siempre y he pasado más de media vida ocultándomelo o si, por el contrario, ha sido una consecuencia más de la Maternidad. Pero el caso es que ahora hago cosas asquerosas a ojos de los demás que a mí me parecen de lo más naturales. E incluso me gustan.

Yo antes no me dedicaba a hurgarle la nariz a nadie en busca de un moco indiscreto. No intentaba sacarlo con el meñique, así, a pelo, mientras la pobre víctima pataleaba e intentaba zafarse. Y me hubiera muerto del asco si ese moco ajeno se me hubiera quedado finalmente pegado al dedo, que es la finalidad de tales maniobras en la actualidad.

Jamás de los jamases animaba a nadie a eructar y aplaudía y celebraba la salida de los gases, como hago ahora.

No me dedicaba a comprobar color, tamaño, olor y textura de las deposiciones ajenas (ni de las propias, oiga) y ahora dedico buena parte del día a analizar cacas infantiles con total deleite. Que las de lactante no huelen, al menos las del mío...

Ahora soy capaz de oler pies, pequeños pero olorosos, y no sólo no me dan arcadas, si no que además los toco, los muerdo y juego con ellos.

Júzguenme y condénenme, pero me temo que ya es muy tarde. He perdido los escrúpulos.


domingo, 12 de julio de 2015

La paciencia

En la única clase preparto a la que asistí cuando estaba embarazada de Peque, la matrona preguntó por lo que pensábamos que se necesitaba para cuidar de un bebé. No se refería a lo material, quería que le dijésemos qué cualidades creíamos que íbamos a necesitar en esta nueva etapa. Yo cité la paciencia, pero ella me dijo que no, que eso no era necesario.

Vaya. Entonces algo me falló a mí con Chicote, porque hubiese dado cualquier cosa ( y todavía la daría) por ser un poco más paciente, por no perder nunca los nervios, por respirar hondo y no desesperarme.

Tener paciencia es bueno. Y complicado. Como tener un bebé. Es algo maravilloso pero también es difícil. No hay instrucciones, no funciona como una regla de tres, es imprevisible y se tarda un poco en comprenderlo.

Mis primeras semanas con Chicote fueron duras. Creo que he comentado que el chaval dormía regular tirando a mal y, tras unas cuantas noches en blanco, la desesperación comienza a adueñarse de una. Recuerdo alguna vez, a las tres, las cuatro o las cinco de la mañana, acunando al bebote con lágrimas en los ojos y pidiéndole por favor que se durmiera. Ahora lo rememoro con una sonrisa en los labios, pero en ese momento no tenía maldita la gracia.

Peque ha sido más tranquilo, yo tenía un poco de experiencia y, sobre todo, sabía (sé) que todo pasa muy deprisa y no merece la pena angustiarse. He tenido alguna noche mala, y las que vendrán, pero cuando el sueño me vence y empiezo a desesperarme procuro pensar en lo rápido que se está pasando todo, y en que dentro de poco no me quedará más que el recuerdo.

Peque tiene siete meses. Está hecho un bollito, dan ganas de achucharle y pegarle pellizquitos. Se ríe, quiere jugar todo el rato y empieza a enfadarse cuando no consigue lo que quiere. Le tengo en brazos casi todo el día, y a veces (no pocas) me gustaría poder quitar la mesa con las dos manos, o comer sin un niño interceptándome las cucharadas, o leer un rato. Entonces miro a su hermano, que ya juega solo, que no me deja elegirle la ropa y que le ha dado por llamarme por mi nombre de pila. Entonces me cargo de paciencia. Y me dan ganas de cogerlos a los dos en brazos.



sábado, 11 de julio de 2015

La responsabilidad

Para conducir hay que sacarse un carné, en cambio, cualquiera puede tener hijos. Ojo, tener hijos, que es un proceso fisiológico que no te convierte necesariamente en padre o madre. Y cualquiera cualquiera quizá no, pero vamos, mucha gente.

Ser padre, así con todas las letras, es otra cosa. Yo creo que casi siempre va unida, ya desde que te haces la ecografía, o sientes las pataditas, o te ponen al recién nacido encima. O va saliendo sola, según pasan los días y te das cuenta de que ese mini ser que sólo come, caga, duerme y llora (y no necesariamente en ese orden de prioridades) depende tanto de ti que es casi una prolongación tuya. Sin el casi.

Es duro. Y hay bebés que lloran más, que duermen menos, alguno incluso que come poco. Y a ratos te desesperas, porque, mira por donde, vienen sin instrucciones. Y siempre hay alguien que te pregunta: pero, ¿por qué llora? Y una intenta respirar hondo y, con la mejor de las sonrisas, contestar: pues mira, no sé, llevo un rato preguntando pero el maldito niño no me lo quiere decir....

Hace unos años tuve una alumna que había tenido un niño a los quince años. Yo era bastante joven por entonces, y la miraba entra admirada y espantada. Era una chica muy guapa, muy dulce, y con una vida bastante dura. Un día me contó que por las tardes le daba mucha pereza tener que cuidar de su hijo mientras sus amigas salían por ahí. Me pareció algo tan natural y tan duro.... Si para un adulto que toma la decisión de ser padre, que lo medita, que pone toda la ilusión del mundo, a veces se hace cuesta arriba, ¿cómo será para una niña?

Pero, a pesar de eso, un bebé es algo tan especial, te hace sentir tan única que te mire, que te busque, que te necesite.... Que hay cosas incomprensibles. Esta es una de ellas.

jueves, 2 de julio de 2015

El calor

Llevamos una semana de mucho calor. Esto suena bastante absurdo, porque es verano y lo normal es eso, que haga calor. Pero es que es más que calor de verano, es una temperatura sofocante que no baja ni siquiera por las noches, que te hace vivir enfrente del ventilador y meterte en la piscina cuatro veces al día. Incluso a mí, que me suelo bañar como mucho cuatro veces al año.

A mí el calor antes no me importaba. Soy de naturaleza friolera y si en verano hay que destaparse para dormir pues bienvenido sea. Pero yo antes no tenía a dos criaturas a mi cargo con las que compartir veinticuatro horas diarias de canícula. O de calor que te cagas, como dice mi Chicote.

Mis largos veranos eran de lecturas, de viajes y de playa. De mucho tiempo libre y de inventarme cómo gastarlo. ¿Qué me ha pasado? Pues dos niños me han pasado....

Llevo una semana intentando leer alguna página de una novela antes de la una de la mañana, viendo como se amontonan las pelusas en las esquinas de mi casa, observado los churretes pegados al espejo del baño y conjurando a los astros para que se alineen y mis hijos se echen la siesta a la vez. Menos mal que casi no pongo lavadoras, porque estamos todo el día medio en pelotas.

Me he dado cuenta de que ni siquiera ha sido una semana. Llevo así solo desde el lunes. Horror.

En estos momentos admiro a las madres de familias numerosas, a las de gemelos, a mi abuela que tuvo seis hijos, a todas aquellas que "no trabajan" más que cuidando hijos y haciendo la casa ¿Cómo sobreviven? Yo no sé si aguantaré así hasta septiembre.

Ayer leía en un artículo que ahora no encuentro (es lo que tiene pasarse media vida intentando dormir a tus hijos, al menos cuando están a punto de caer puedes ojear la prensa en el móvil) que el calor te pone de mal humor. Pues debe ser eso, porque estoy frustrada y agotada a partes iguales.

Menos mal que el termómetro nos ha dado un respiro y hoy "sólo" estamos a 31 graditos. He podido hacer la compra y a Mario Picazo pongo por testigo que mañana paso la aspiradora aunque sudemos la gota gorda. Y la semana que viene me voy al pueblo con mis padres, a dormir tapada y a no ver pelusas por los rincones. Lo mismo las hay, pero no pienso fijarme. Quizás hasta lea algo.

Accuweather me ha jurado que a mediados de julio volveremos a la normalidad. Al menos a la climatológica. La mental no sé si la estoy perdiendo para siempre.