lunes, 30 de marzo de 2015

El Peque

Mi Peque ha cumplido hoy cuatro meses. Además, hoy hace un año que supe a ciencia cierta que estaba embarazada. ¡Un año!

El segundo embarazo es muy diferente al primero. Con mi Chicote yo tuve todo el tiempo del mundo para dedicarme a mi incipiente barriga: paseos, natación, música clásica, lecturas.... Con mi Peque pasaron los nueve meses y fui a pasear dos tardes, a clases preparto una vez (y mi niño mayor casi pierde un diente en la hora y media que no estuve a su lado) y a nadar alguna mañana de las últimas semanas.

No tienes la emoción de la novedad que te da el primero. En el primer embarazo No sabes cuánto vas a engordar, cómo va a cambiar tu cuerpo, cuándo vas a sentir que se mueve.... Todo son compras de cositas pequeñas, catálogos y visitas al médico. Con el segundo ya tienes de todo, yo lo que hice fue tirar algunas cosas que ni siquiera había estrenado. Dejé de pesarme en el séptimo mes (demasiado aguanté) y lo único que quería cuando daba patadas mi Peque era que su hermano lo notara. Casi no tengo fotos embarazada en comparación con la vez anterior, cuando me retrataba todas las semanas en la misma postura y frente a la misma pared.

Pero mi Peque segundón ha resultado ser un niño perfecto desde que nació. No solo es precioso (menudo mérito que diga eso una madre), es que desde el parto lo hizo todo fácil.

Su llegada al mundo fue uno de los mejores momentos de mi vida. Las noches de hospital, casi una estancia en un hotel al lado de la experiencia anterior. Duerme como un bendito, casi no llora, no se queja apenas.... No podría haber soñado con un niño más perfecto.

A sus cuatro meses recién cumplidos se ha dado ya la vuelta solito tres veces, te sonríe sin parar (bueno, sobre todo a mí, y eso me llena de orgullo maternal), se carcajea si le dices cositas, te agarra con fuerza cuando lo coges y duerme fenomenal.

Estoy enamorada. Pensé que no me pasaría otra vez, y menos a mi edad. Pero mi Peque lo ha conseguido. Le quiero. Tanto.

martes, 24 de marzo de 2015

La noche

Mis hijos son trasnochadores. Esto no sería un problema si la que suscribe fuese una prejubilada que comenta los (malos) hábitos de sus ya adultos vástagos. Pero es que mis retoños tienen tres meses y tres años.

Mi Peque es más llevadero, ahí le tengo, mirando fijamente la tele mientras lucha frenéticamente con el chupete casi a medianoche. Cuando me deje cogerlo un ratito sin intentar tirarse de mis brazos y se quede frito sé que dormirá seis o siete horas del tirón, así que se lo perdono.

Pero mi Chicote.... Ha estado hora y media en la cama dando vueltas hasta que se ha quedado dormido. Las once y media le han dado. No es que se mate madrugando, porque yo ahora no trabajo y duerme hasta las ocho y media, pero vamos, no son horas para un niño tan pequeño. Ni para una madre tan cansada.... He conseguido dejarlo solo en la cama después de los cuentos sin que se ponga a llorar y a llamarme con todo el chantaje emocional del que es capaz, que es mucho. Pero lo conseguí hace unas semanas, hasta entonces podía estar esa hora y media tumbada con él pensando en cuántas carreras podía haberme sacado en esas horas muertas.

Ya sé que existe un método bastante formidable para conseguir que las criaturas duerman solitas pero oye, yo no sirvo para oír llorar, qué le vamos a hacer.

Muchas veces lo pensaba, ¿tan malo será que llore? Estaba echada en la cama viendo como mi hijo mayor empezaba a moverse, intentaba contarme algo, me pedía agua o un juguete.... Y me desesperaba. Porque estaba sin cenar, porque tenía sueño o porque quería sentarme en el sofá con el Padre de las Criaturas a ver un rato la tele.

Luego, cuando se dormía, le miraba e imaginaba que en unos años echaría de menos esos momentos. Y me reiría y le diría que podía haberme sacado dos o tres carreras si en lugar de tumbarme con él esas horas las hubiera empleado estudiando. Con esos pensamientos me levantaba sin hacer ruido y le daba un besito de buenas noches.

Solo espero que cuando de verdad trasnochen y yo tampoco pueda dormir me dejen darles otro besito.


lunes, 16 de marzo de 2015

La mami

Hubo un tiempo en el que yo era algo más que la mami. Comencé siendo hija, a la par que nieta, sobrina e incluso prima.

Unos años después ascendí a hermana y, aunque no soy tía carnal, sí que tengo algún sobrino segundo.

Tardé un poco más en convertirme en pareja de, porque esposa no soy. Y la familia política la tengo lejos, así que como si nada. 

Pero un día te conviertes en madre. 

Al principio casi no lo notas, la primera que me llamó mamá fue la enfermera de mi Chicote, que me iba dando instrucciones en cada revisión del pequeño: Mamá, quítale la ropita; Mamá, si llora le soplas la cara; a ver Mamá, dame el librito de las vacunas. Y, claro, que te llame mamá una señora que te saca veinte años no es precisamente lo que habías soñado respecto a la maternidad. 

Pasan varios meses hasta que tu bebé, que es un traidor y seguramente ya diga papá, comienza a llamarte mami. Luego, cuando lo empieza a gritar por las noches para que acudas a su cunita casi echas de menos cuando lloraba indiscriminadamente y podías decirle al Padre de las Criaturas que fuese él. Cuando grita mamá el nene, se acabaron los turnos.... 

Pero llega un momento, que en mi caso fueron los dos años del Chicote, en el que solo puedes ser su mami.

Cuando la abuela le dice que yo soy su hija él grita: No, es mi mami!!!

Si la tía le explica que soy su hermana, él replica: No, es mi mami!!!

Si el padre de la criatura se me acerca, entonces mi Chicote hace lo imposible por ponerse en medio, le da puñetazos, le aparta la cara y con todas sus fuerzas chilla: No, es mi mami!!!!!!

Tengo que grabar estos momentos para cuando dentro de unos años me cierre la puerta de su habitación en las narices si le pido un besito...

jueves, 12 de marzo de 2015

El cole

Cuando te conviertes en madre hay un millón de cosas a las que nunca habías dado importancia que de repente comienzan a quitarte el sueño. Yo llevo ya varios años durmiendo entre regular y mal, cosas de mi Chicote de casi tres años, pero a eso se suma desde hace un mes la elección de colegio.

Antes yo veía los colegios de mi barrio como edificios alegres, con columpios en el patio y un montón de niños entrando y saliendo (y otro montón de coches aparcados en doble y triple fila varias veces al día, pero de eso prefiero hablar en otra ocasión) Ahora no. Ahora los veo como esos edificios donde mi chico grande entrará llorando unas cuantas mañanas a partir de septiembre. 

Soy firme defensora de la educación pública. No tiene mucho mérito, porque me dedico a ello, y menos en mi barrio, donde sé de buena tinta que los coles funcionan bien. Yo me eduqué aquí, aunque en estas décadas hayan cambiado las leyes educativas mucho más que yo misma, y ninguna de las dos necesariamente para bien...

Pero tras asistir a las jornadas de puertas abiertas de varios colegios me he dado de bruces con la realidad. Yo iba a tiro hecho, ya sabía donde quería llevar a mi niño. Al más cercano a casa. Había investigado en páginas web, había hablado con varias madres y había tomado mi decisión. No sin quebraderos de cabeza, que si bilingüismo, que si deberes, que si acogida matinal... Pero he sabido separar lo que considero importante de lo que siento necesario y, con cierto temor a equivocarme (¿alguna vez se deja de tener ese temor cuando eres madre?) me he mantenido firme.

Pero el resto de madres conocidas ha salido entre espantada y horrorizada de tales sesiones. No les ha gustado mi cole, ni la presentación. Las opiniones negativas se van agravando según se comentan y al final se han decantado por coles más lejano, más bilingües y, a mi modo de ver, igual de buenos. Eso sí, la presentación se la habían currado más.

Lo que yo sé es que para un niño de tres años (y para uno de trece, que es a lo que me dedico yo) al final lo más importante no va a ser el jefe de estudios, el power point o que tengan judo por las tardes, sino su profe, su tutora, la "seño" (o el profe, pero según las estadísticas, 10 a 1 a que es mujer) Y eso ya depende de la suerte. Yo confío en mis colegas. Mucho más a estas edades, quien no tenga vocación difícilmente va a poder con ese trabajo. Si nos cuesta una tarde de lluvia en casa con un par de niños, imagínate a 27 en una clase (la ratio, otro escandaloso tema a tratar) Así que seguro que nos va bien.

Pero para mi desesperación, mi Chicote va a ser el único de su guarde (ya sé que son escuelas infantiles, pero me encanta esa palabra, guarde) que vaya al cole que he elegido. Con lo que le cuestan los sitios nuevos llenos de gente nueva y lo contento que estaba de ir la cole de mayores con sus amiguitos.. 

Estoy segura de que, si le cogen ( que esa es otra, pero, por favor, preocupaciones de una en una, cuando entregue la inscripción ya pensaré en las posibilidades) va a ser un sitio fenomenal. Igual que los otros. Pero me da tanta pena que vaya solito.... 


lunes, 2 de marzo de 2015

El insomnio...

Hace dos semanas tuve otra noche mala. Muy mala. Pésima. De esas que creía ya olvidadas. Mi hijo mayor va a cumplir tres años. Desde que nació duerme mal. Le cuesta quedarse dormido y se despierta por las noches. A veces una vez, a veces ninguna y otras, ya van siendo las menos, un par o más. Pero hace dos semanas se despertó a las tres y no hubo forma de dormirle hasta las seis. A cada rato yo me iba poniendo más nerviosa y me iba quedando sin recursos. Y lo peor es que su hermano, que acaba de cumplir tres meses, se despertaría de un momento a otro y eso hacía que yo me enervase más y más.

Es terrible no dormir. Con mi segundo bebé no lo he vivido tan intensamente porque es un bendito que aguanta cinco, seis y siete horas muchas noches desde antes de hacer dos meses.

Pero con mi Chicote lo pasé mal, sobre todo cuando volví a trabajar y sonaba el despertador tras una noche casi en blanco detrás de otra. Por eso hace dos semanas me vencieron los nervios y acabé perdiendo la paciencia, levantándome de la cama a las cinco y media y poniendo una lavadora porque veía que si seguía dando vueltas con el niño al lado iba a volverme loca.

Así que, a la mañana siguiente, cuando con la luz del sol empiezas a ver las cosas más claras y no te parece tan tremendo lo que en la oscuridad era el peor de los escenarios me puse a buscar en Internet. Y encontré un blog que me enganchó. Y un montón de testimonios de madres con retoños que duermen tan mal o peor que el mío. Y recordé cuántas veces pensé cuando nació el mayor en empezar a contar yo mis historias. Y se me ocurrió un título.

Y aquí estoy. Tras una noche no tan mala.